Mi historia
DE ALUMNA A ENTRENADORA

Hola, soy Pilar Rosales, tengo 30 años y soy entrenadora profesional. Soy oriunda de La Plata, aunque en mi camino también viví un tiempo en Neuquén. Hoy vuelvo a estar en mi ciudad, donde entreno y convivo con mi gran compañera de vida: Simona, mi perrita y la jefa icónica de Pilar Coach 🐾.
Me formé con entrenadores que me inculcaron la importancia de la tecnica, cosa que fue trascendental los años que competí. Ese aprendizaje fue lo que me llevó a seguir formándome y profundizando no solo en la práctica física, sino también en la investigación y en la enseñanza deportiva.
Actualmente trabajo con muchos alumnos de distintas edades: En mi propio gimnasio, alumnos con sus rutinas personalizadas en más de 8 países y entrenamiento a domicilio con tercera edad
MI MISIÓN Y PASIÓN
Mi verdadera pasión está en acompañar a los adultos mayores, ayudándolos a mantener o mejorar su calidad de vida, priorizando siempre la funcionalidad e independencia lo mayor posible

Algo que todos mis alumnos saben es que la técnica no se negocia. Para mí, entrenar no es solo trabajar el cuerpo, sino también todo lo que nos atraviesa como personas: lo mental, lo social, lo emocional. Somos seres sociales, y lo bueno y lo malo influyen en cómo nos sentimos y en cómo nos movemos.
Creo firmemente que el entrenamiento no es solo para verse mejor, sino para aprender a tomarnos un tiempo para nosotros mismos y aplicar en la vida valores que nacen en el gimnasio:
perseverancia, paciencia, respeto por los procesos y confianza en los propios tiempos.

"Lo que permanece quieto no tiene otra condena que la muerte"
La vejez es una parte de la vida que muchas veces queda olvidada, sobre todo desde que la rapidez y lo inmediato parecen haberse vuelto rutina.
Con el paso de los años, todo empieza a costar un poco más. Aparecen dolores que, si no trabajamos a lo largo de nuestra vida para corregir posturas y ganar fuerza, en la vejez se sienten el doble: doble de tiempo, doble de dolor, dobles dificultades en las tareas más simples.
Mi formación universitaria me enseñó que los tiempos de cada persona son distintos, y que está muy bien que así sea. Es el entrenador quien debe adaptarse al alumno, y no al revés. Por eso, los ejercicios físicos deben estar íntimamente relacionados con lo básico y fundamental de cada día: pararse, sentarse, alcanzar algo en un mueble, levantar lo que se cayó.
La vida es movimiento, y en lo personal siempre voy a buscar que el movimiento en la vejez sea desde la posibilidad real de hacerlo.
Porque, como me gusta decir: “Lo que permanece quieto no tiene otra condena que la muerte.”